Tras la rápida asignación de habitaciones realizada por Sandra y Mari Pili, claro está viendo la situación, me tocó, si a mi, la peor parte de aquella inmunda habitación partida en dos.Aquello era un espacio de unos 9 metros cuadrados para 3 personas, nada más entrar, casi mas rápido que el sentido de la vista ,se te activa el del olfato, un olor entre a pies y a pachuli te hace notar en un segundo lo que te queda por sentir alli.
Dentro, dos personajes, el primero de ellos de California, varón rubio y alto, con pinta de vividor, estaba allí sólo para una noche, sería una más de las paradas que efectuaría en su viaje hacia la Republica Checa. El segundo de mis compañeros de “descanso” era de Malasia, si, un rato lejos, tendría unos 45 años, tenía la cara bastante estropeada y le faltaba el colmillo derecho, con el pelo muy fino y canoso. Observándole te preguntabas que podía hacer una persona así de su edad por aquellos lares. Me disponía a preguntárselo, cuando me dedicó, seguramente no una poesía, en su idioma, le pregunte si hablaba ingles, y así era, así que estuve un rato charlando con el, algunas palabras con una extraña pronunciación bastante hueca, propia de chinos, japoneses, etc… Tenia las manos negras, pero no me atreví a preguntarle a que se dedicaba.
La habitación estaba llena de alforjas, mochilas y utensilios como para una semana. Resulta, que ese hombre había venido a Paris, y había tardado nada mas y nada menos que 6 meses, su único medio de transporte era su bici, de Malasia hasta Paris en bici, sólo cogio el tren en Kazajstán porque no pudo ir en bici, asi que me quede embobado escuchándo sus andanzas. Al rato me dispuse a dejar mi mochila en la habitación a la mano de dios, pero bueno, parecían buena gente. A la noche, ese hombre curtido por sus aventuras como no podía ser de otra forma, roncaba, así que tuve sinfonía para toda la noche, pero eso no era todo, había otra cosa mas desquiciante todavía, o no, según se mire, o como lo imagines, era el ruido constante de agua, si agua, te podías imaginar que estabas a la orilla de un rio o arrollo, agradable en determinadas ocasiones, pero si sabías que era el agua de una especie de tetera o termo raro, pues no es tan agradable.
Necesitaba un cargador para mi móvil y mi cámara, un solo enchufe, el cual estaba envuelto en una especie de cinta de carrocero casi negra, que lo sujetaba a la pared, estaba ocupado por esa especie de tetera, uno no se atrevía a quitarlo, porque no sabias si se le iba a ocurrir en medio de la noche sacar una katana y rajarte por la mitad. El americano dormía encima de la cama, literalmente, No funda, No sabanas, sólo una manta de antes de la primera guerra mundial. Podías alquilar las sabanas por 3,50 € pero no lo iba a pagar. Mi solución fue envolver la almohada con una de mis camisetas. Ahí estaba yo, en medio de la oscuridad de esa habitación escribiendo en una hoja de papel arrugado encima de mi pasaporte, bajo la tenue luz de la pantalla del móvil. Guardaba las cosas de valor bajo mi brazo y mi almohada, en aquella litera cuyos muelles del somier no se sabe cuantos años tendrían, sonando a cada mínimo movimiento.
El patio central, te confudía.Habia un cierto ambiente húmedo, no se si cuando lo estuve pensando era de madrugada y estaba cayendo el rocío sobre mi, pero esas palmeras en el centro del patio le daban ese aire a Taiwán...
Aún así, llegaba tan realmente cansado al hostel que caía rendido y no era consciente durante toda la noche de todas las peculiaridades de aquel sitio.
7 nov ´07
